domingo, 11 de abril de 2010

LAS VIDAS POSIBLES




“No me sorprendió que el infierno fuera una biblioteca. Tener acceso a las palabras y no a lo que designan es la más refinada versión del suplicio de Tántalo”

El libro Infierno.
Carlo Frabetti.

Cuando leí este libro, aparte de corroborar que nunca se me dieron bien las matemáticas, tuve la sensación de que, pese al tiempo transcurrido ya desde que fue escrito yo había sido “guiada” un concreto y reciente día para escoger ese, y no otro, de mi pequeña biblioteca. Tuve la sensación de que “el mensaje” que yo quería descifrar ante un planteamiento literario que me rondaba por la cabeza, podía tener sentido desde las múltiples alternativas y motivaciones por las que se puede llegar a crear una historia de la mano de las palabras.

En el libro se recoge algo que yo siempre he sostenido sobre la forma o modo de escribir. Sobre el contenido, ..”sobre la visión biblioteconómica del mundo, según la cual el libro es la culminación de un proceso evolutivo que comienza con la materia inanimada, se inflama con la vida y se ilumina con la conciencia. Y la luz de la conciencia se condensa en la palabra (la carne se hace verbo), que a su vez cristaliza en la escritura”…

En el libro abundan el tono ambiguo, la ironía, los juegos de palabras…

Cuando yo decidí dejar abierto el cajón de mis relatos u opiniones, lo hice porque había llegado un momento en que ya no cabían solo en mí todas las posibilidades de imaginar, de sentir, de pensar, y se hacía necesario sacar fuera retazos de la vida hecha prosa.

Los juegos de palabras pueden considerarse “mi fuerte”, creo que quienes me leen, entienden que tras el evidente aprendizaje literario que persigo, siempre está presente mi necesidad de contar y lo que menos me gusta es que resulte demasiado evidente lo que relato. Prefiero el factor sorpresa, y, por supuesto, contando por  sorprenderme yo misma.

La sintaxis ayuda a escribir en orden,  y yo, en ocasiones, dudo si estoy cumpliendo con las reglas de la escritura, pero como el fin pretendido no es otro que el de abrir el pensamiento es por eso por lo que  me atrevo a que el mundo entre en una parcela del mío…e imagine.

No siempre es posible por imperativo del secreto, de la intimidad, de lo eminentemente personal, decirlo todo, está claro, y nada de eso pretendo nunca más allá de dejar volar mi imaginación, porque las parcelas de la privacidad son ley a respetar, pero cada día es tan repetido en sí mismo como distinto y tras el papel couché  las historias se suceden en negro sobre blanco como los días en el calendario. Ellas guardan con marca indeleble la vida que, pese a  ser imaginada,  se percibe posible. Y el mundo es muchos mundos, tantos como historias se cuenten,  como sensaciones se vivan…

Me ocurre también que cuanto más leo, más necesidad tengo de crear, de contar, de dejar abierta la puerta de la inspiración, de convertir en escritura  la sensación ante lo que he percibido en la lectura, en cada uno de los mundos creados. En el mundo de los libros.

Me gusta especialmente la lectura cuando la mañana permite relajarse entre algodones y el sol va acariciando la prosa que, majestuosa, pasea segura y confiada entre líneas.

Las emociones tienes diferentes vías de movilidad y en mí se manifiestan con cautela mal disimulada cuando un libro se entrega a mis manos y se deja seducir por mi mirada desnudándose a mi lado.

Hoy, un anciano ha tocado mi corazón y ha llenado mis ojos de nostalgia y sal  ante el esfuerzo de sus años para no olvidar cuando el sufrimiento lo mantenía en pie y ahora el odio es el motor de sus últimos pasos.

Ayer, una adolescente me  prestaba sus botas y me acortaba la falda cuando quería comerse el mundo subida a sus ilusiones.

Mañana, una mujer se acercará y me reconoceré entre sus pasos hacia delante llevando en la mano la cesta de las dudas.

Ahora, los besos ajenos contienen los sabores de mi boca, mientras estrecho manos cálidas  que abrazan la desnudez de otro cuerpo y…voy cerrando los ojos por el peso de la noche, para, mañana, volver a vestirme con el traje del nuevo día adornado con el broche de los acontecimientos.

Y, cuando de nuevo llegue la noche, yo habré conseguido un nuevo motivo para recrear una historia diferente.

Por eso ahora alargo la mano, la luz cálida se oscurece y reposa en el libro junto a mi sueño…Dentro, sus personajes acallan sus palabras y respetan mi descanso.

2 comentarios:

Pedro Bonache dijo...

No puedo dejar de imaginarte sonriendo cuando escribes tus articulos. También envidio la placidez que destilas y el sumo placer que describes cuando relatas entre las ensoñaciones de lo que lees, de lo que imaginas y de la realidad que vives..., a veces ya no se que creer cuando te leo, trazas una linea tan sutil y volatil entre el gozo de la mente y el tacto del papel.
Solo deseo que ese gozo tuyo perdure en el tiempo largamente.

Mª Carmen Callado. dijo...

Eres de los pocos que pasean por el bosque que se para cada día a observar detenidamente la actividad que se desarrolla entre la Naturaleza. Al menos tengo la suerte de hacerte pensar y supongo que a alguien más de los que por aquí disfrutan aunque no digan nada. Bueno, si lo dicen, pero en el correo que hay dos árboles más allá...
Esa línea tan sutil que dices se dibuja entre el gozo de la mente y el tacto del papel, es la que me hace disfrutar escribiendo más de lo que yo en un principio pensé que era capaz de conseguir... Y así espero seguir porque como una vez más dices bien...me lo paso genial escribiendo y leyéndome. A veces me río y río con mis ocurrencias. Con sacarle punta al esperpento en que a veces es la propia calle, la peluquería, el tendero de la esquina...La vida en general. A veces me cojo unos rebotes tremendos ante tanta tontería que anda suelta, pero luego me sorprendo cuando genero un relato incluso del despropósito. Y sí, leer y escribir se ha convertido en una necesidad diaria, una forma de llevar la mente fuera de los confines de la propia necesidad de que nada la perturbe.
Por eso incluso me gusta saber que a veces no se me entiende,...Porque lo evidente es demasiado evidente, claro...jejeje...
Es lo que tiene ser del bosque...
Un abracico.

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