Pasa el tiempo como si el tiempo fuera un relámpago.
Como si ayer fuera hoy, y el mañana se hubiera ido de viaje con la prisa. Pero
en este maremágnun en el que se debaten los días, lo que me asalta a la vuelta
de mí, es como ves tú lo que pasa a tu alrededor. Tú, nadie en
concreto ni alguien especial. Sino tú, que eres absolutamente importante en
este rincón al que diriges una mirada cómplice que se impregna de diversas formas de
mirar, aunque no sea lo mismo lo que los ojos ven.
¿Qué escribes hoy? se preguntará el lector...
Y será lo que entienda, la respuesta.
Quizá porque la lectura puede ser absurda o será
buena. Es posible que comprensible o difícil en su trato con las palabras. Es
quién lee quién pone más ideas a lo
escrito, como el apuntador de Teatro ante una trama interpretable. Eres tú
quien pasa por aquí y me mira sin verme; dejando una impronta anclada en el
pensamiento silencioso, que analiza y escudriña lo que decir quiero; y aunque
no me digas nada, no hace falta, porque en tu in-comprensión ya lo has dicho todo.
Y me llevas contigo, aunque no quieras, como la huella que
dejas grabada de caminante que se nutre
de silencios; los mismos de los que se alimenta el Bosque en tus paseos, aún cuando
cierras la puerta tras de ti, llevándote la prisa.