Caen los minutos resbaladizos
por la noche clara dibujada de luna.
Las horas acompasadas del reloj despierto,
resuenan entre el silencio amordazado de los grillos.
El arrullo de tu voz se cuela por las sábanas,
se acomodan a mi piel como guante de seda; y te respiro.
Las sombras de fuera se agigantan
dibujando palabras en el aire.
Y son ellas, las que ponen en mi boca el sabor de la tuya,
para saber a que saben los besos de la espera.
Se desgrana el calendario
como hojas de otoño que renuevan primaveras.
Y así, a pasos lentos, caminamos,
haciéndonos amantes nuevos en la prisa postergada.
Mientras se desperezan los sueños
despierto preguntando a la almohada,
cuantos amaneceres aún te debo.