miércoles, 27 de octubre de 2010

LA HISTORIA DE JALOGÜEN.


Es lo que tiene el Bosque Animado, que se anima. Y no, no es porque haya ánimas, que las habrá, como en ese Bosque donde la Santa Campaña se daba vueltas entre eucaliptus con el caldero en la mano conteniendo la energía femenina: sentimientos, inconsciente, receptividad, intuición...Y, es posible que algún Ánima salga por este Bosque antes de tiempo y se quede agazapada hasta que pase la fiesta de las ánimas poco animadas, que está a punto de llegar. Pero lo que ahora me mueve es la Historia y la verdadera causa que yo he descubierto conmigo misma en mis múltiples periplos junto a la imaginación, y para entregar al mundo, lo que aún puede desconocerse fuera de este  animado y cuasi mágico lugar.  

En La Mancha, Jalogüen es lo que es, por mucho que queramos imitar al Halloween importado, tal y como se importan las cosas que son importadas, que, en realidad es lo que menos importa, porque en el importar y en el exportar, puede estar la ganancia. 
Investigando entre fuentes que pueden ser más o menos fidedignas porque sólo puedo echar mano de lo que más a mano tengo, y ya que la edad y la sapiencia  aún me son insuficientes para saber todo lo que aún desconozco, compruebo que, parece ser que hubo una época llamada A.C.  y cuando pasó un tiempo prudencial se convirtió en D.C.

Entonces fue que los que seguían más que otros la Era D.C. eran unos señores gordos que vestían túnicas y se tocaban la cabeza con unos gorritos muy finos, rojos carmesí, que sabían que unos tunantes más cabezones que ellos  adoraban a un tal Samhain que debía ser de la india o alrededores, porque echaba humo por las orejas y olía a azufre…Entonces viendo los del gorrito y la panza gorda que  los otros tenían un día al año, concretamente el 31 de octubre, más gente que se lo pasaba pipa vistiendo de negro, tocándose las testas con gorros más altos y de ala ancha, que usaban escobas de palma para trasladarse, (nada de papamóviles ni menudencias de esas), amén de esas calabazas iluminadas de sonrisa  histriónica con las que engalanaban las ganas de pasárselo bien, y pensando que se les podía ir toda la clientela que ellos habían conseguido llevarse al huerto, asustándoles con que, si comían carne en cuaresma se irían con Samhain, y si no pagaban la gula y hacían el amor a carnes descubiertas, les saldría un grano en la punta de la nariz y  se achicharrarían en las calderas de Pedro Botero…y muchas más salvajadas de asustar mucho. Y, comprendiendo que ellos mismos le hacían publicidad gratuita, se les ocurrió que esa fiesta tan despendolada de lujuria y frenesí, podía  pasar a cristianizarse en un afán de ganar adeptos para la causa promovida por los de los gorritos carmesí, ya que sólo tenían que esperar nada y menos en que terminaran las calabazas de asustar para que los aburridos cristianos pudieran  celebrar  que todos los muertos tienen su sambenito, por lo que decidieron que el día 1 de noviembre fuera el día que se celebraría que los muertos estaban muertos y vagando aún en busca de un sosegarse desde la cadavérica posición que ostentaban, y que los vivos les llevaran flores a las tumbas ya que en vida no se dignaron llevárselas y mucho menos de gastarse un dineral en flores para los abuelos, los tíos, los padres quejosos ni el vecino del quinto…¡Ah¡ pero es que muertos ya es otra cosa y se vuelven buenos a los que antes eran como la quina. 

Así fue como se acordó que a los muertos se les llevara flores al menos una vez al año todos los años.  Más que nada porque no iban a ser menos que los de las escobas y calabazas que, en muchos lugares del mundo de vivos y muertos, hasta les obsequian con dulces viandas y esas cosas que les  gustaron en vida para que no echen en falta que ya no comen, ni retozan por haber perdido el movimiento corpóreo. Total, que así fue como pasamos a pasarlo pipa  (valga la redundancia) entre un 31 de octubre y el 1 de noviembre, para llegar al día 2 “diosmediante” en que sería el día de las Ánimas, que no se llaman así por tener el ánimo subido, que va, sino porque  tienen un purgar de alma que no se sabe por cuanto tiempo les durará, y aunque a su costa nos queramos igualar a las brujas y brujos de siempre,  nos queda mucho penar que recorrer.  

Indagando entre mis indagaciones, descubro, aún sin saber inglés, que en Inglaterra, donde antes vislumbraron el problema que solucionaron muy avenidamente los unos y los otros, la fiesta  se denominó como "All Hallow Day", y a la noche anterior se le llamó "All Hallow Even". Con las ya conocidas contracciones, tan acostumbradas en el Inglés, esto pasó a ser "All Hallow E'en" y, finalmente, "Halloween". Pero claro, nadie contaba con que, en La Mancha del Quijote, muy importante a tener en cuenta en la Historia D.C. la cosa no iba a ser tan fácil de mentar. 

Por lo de las calabazas aquí en tierra de Cucurbitáceas, no iba a suponer ningún problema…Días próximos a la cristianizada fiesta se salía a la huerta y la más gorda se apartaba y se le dejaba a los críos para que, a la salida de la escuela, y una vez que la mujer del marido le había vaciado por dentro, les trazaran ojos y una boca desdentada y,  recortadas con una navaja de Albacete, se las pusieran en las cabezas para que no se les enfriaran las ideas, y pudieran formar parte de la fiesta tan pagana de escobas voladoras y ritos de Samhain & Cia. 
La flor dedicada a los muertos de toda la vida, el Crisantemo, ya parecía poca cosa para tan alta tradición de unión ente los Celtas que se resignaban a desaparecer del todo, y los Manchegos, amén de todos los paganos y cristianos  del mundo que se unían a la movida que tanta tradición tuviere incluso en los Estados Unidos, toda vez que, si están unidos, es mejor que si están cada uno por su sitio… Y así fue como en la Tierra noble del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha, la fiesta grande pasó a ser Jalogüen, que, en román paladino, viene a decir lo mismo que  para los ingleses de England más los de EE.UU. y sabiéndose también de buena tinta que de ¡¡ee.uu..¡¡  se deriva esa forma tan conocida de asustar...¡¡¡uuuhhh¡¡¡. 

Y así la cosa fue pasando de castaño a oscuro. Pues no importaba el dispendio económico ni que el muerto en vida no hubiera tenido flor que llevarse al ojal. Lo importante ahora era quedar bien con el fenecido al que se le recordaba su penar, fuera rico o pobre, bueno o malo. La muerte parece que aún es la misma para todos, por tanto, a poner cuantas más flores y de las mejores, que el 1 de noviembre no es una tontería y estando emparentada con Jalogüen, menos. 

Las tumbas y nichos fueron llenándose de rosas, jazmines, gladiolos, claveles reventones, camelias y hasta orquídeas y tulipanes en cantidades cuasi industriales …¿Qué pobreza es eso de llevar Crisantemos a quien nunca se le llevó una Margarita de la huerta?...nada, nada…Lo ideal para presumir son las flores menos mortales y, por tanto, las más caras, que para eso le echan cara los floristas al tema…¿No se quiere vacilar?, pues a tocar la cartera, sin vacilar…Y así fue también como se inventó la usura para estos eventos y otras celebraciones nacionales o de importación. 

Pero no importa, las tumbas deben competir, los nichos equipararse y el vecino del primero no puede tener mejor muerto adornado que el del rellano…Y se echa la casa por la ventana, que en pasando Jalogüen y el Día de Difuntos o de Todos los Santos,  pues si hay que atarse el cinturón con esto de la crisis, se ata, pero las Ánimas  pueden subir más floreados un escalafón para dejar de penar, aunque desde su pena comprueban que no está la vida para morirse de risa.

viernes, 8 de octubre de 2010

DULCINEA.


Cansada de pasear por los caminos lúgubres de los conflictos, y ver cosas que no quería, un día decidí salir de casa con los ojos cerrados para imaginar tan sólo los motivos que por la calle pasaran. El castañazo fue de órdago; pues los pies se trastabillaron, las paredes rasparon mi nariz y las aceras dibujaron un siete en mi recortada falda. Cuando el asfalto había teñido de pisadas mis codos y la camisa descubrió los senos sonrosados y redondos, los botones cruzaron la calle al tiempo que una moto su paseo frenaba para no dibujar sus huellas en mi orgullo ni en el bolso.

La señora que tiraba de la cadena de su perrito y sujetaba a la vez un helado de frambuesa, me miró con cara de pachona y mostrando su desdentada boca  lanzo sus exabruptos  contra el ciclista que, desviándose del cuerpo que  en cuclillas se doblegaba, dibujaba espirales para no pasar por encima de mis ganas de que la tierra me tragara.

De pronto, un quijote me tendió su mano firme y tibia clavando sus cansados ojos en el escote de mi blusa, y yo, tímida y sonrojada, desvié la mano de rasguños aferrándome al ojal que yacía deshilado.
Me izó del adoquín, me tendió un pañuelo y haciéndome un mohín, mirando hacia la baldosa, comenzó con voz pastosa un poema para mí.

Mujer de blusa desfilachada
con dos naranjitas rosas
que asoman sin decir nada
pero danzan escandalosas.

Oh¡ no aparezcas botón
ni venga la aguja al hilo
ni a poner en el pezón
un  anudado pañuelo. 

Ante tal bello poema, yo sonrojé mi faz y alzándome en los tacones le espeté sin dudar un beso en sus barbas, luengas y despeinadas.

Él me miró asombrado, y atusándose las canas me lanzó unas palabras maceradas en el jugo de su verbo derramado.

Oh¡ desparramada señora¡ ¿que hacía en la plaza sin botones en la blusa y con la falda rasgada?

Yo, entornando los ojos de la avergonzada cara y moviendo las pestañas le miré sin doblegarlas.

¡Ah de mi¡ que me he caído de un guindo. Pensé que podría caminar sin ver  en la cara de la gente la pesadumbre enraizada. La huellas de los lamentos de la vecina enfadada. El color de la ira en los ojos que se clavan como dagas. Al mendigo que se mueve con el vino entre sus ansias. Al niño que descalabra con la ignorancia  que lanza…

Y…

No sigas, mujer…que aquí vengo a rescatarte de esas tristes caras y escupidas  palabras. Te subiré a mi montura y  galoparé por los campos y las playas, las montañas, las praderas y las huertas sembradas. Te compraré un vestido que puedas mover con gracia y cuando te sientas cansada podrás cogerte a la capa de su falda para remontar el vuelo por los cielos de La Mancha,  y me verás en las nubes rebuscando en mis alforjas para lanzar  a la tierra palabras que no cueste doblegarlas.
¡Anda, sube, y vayamos en busca de esas que tu no quieres que sean gritadas. Y dibujemos sonrisas en las caras enfadadas…
Y, ¿me permites que te llame como a una enamorada que tuve mientras soñaba y loco me llamaban?

Asentí dubitativa y  le oí  mientras galopaba ¡¡Dulcineaaaa…Dulcineaaa¡¡

Mis ojos se abrían lentamente mientras se desperezaba la mañana.

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