domingo, 9 de enero de 2011

SIEMPRE AMANECE.

Un sonido celestial le arropaba su sueño. La recia lluvia golpeaba las ventanas que, enfrentadas al espacio exterior dejaban pasar a través de los cristales inundados de gotas de agua, la vida que en gris se arremolinaba frente a sus ojos.

Levantó la mirada al encapotado cielo y una oscura nube había adoptado la forma de sus sueños. Ella, menuda y bella, sonreía, y con la mano en la boca le daba de nuevo los besos que se perdieron para siempre una fría tarde de diciembre.

El sol quería imponer su soberana presencia, y su boca le imploraba en silencio para que, con su calor, apareciera cuanto antes y se llevara la humedad de sus ojos y el frío de sus huesos.
Era aún muy temprano. A Felicia le gustaba levantarse nada más despertar a un nuevo día, porque siempre pensó que dormir más horas de las necesarias, era robarle vida a la vida.

Mientras se desperezaba frente a la cafetera, sonó el teléfono que, a tan temprana hora, le aceleró el corazón porque las malas noticias siempre madrugan. Pero la voz cálida, dulce, inconfundible con el timbre melódico de siempre, le cambió el rictus de tristeza por el de sorpresa.

- ¿Como estás, preciosa? -

Felicia se atusaba el pelo como si, tras el auricular, le pudieran descubrir que se había levantado de la cama con el pelo en disputa.

- ¡Hola, pero…qué alegría…¿Cómo estás, corazón?

-Vivo, que no es poco –

-Vaya, pues lo que menos esperaba esta mañana era esta agradable sorpresa ¿Qué te ha pasado…De pronto desapareciste. Dejaste de llamar. De caminar por la calle con tus pasos lentos e inseguros. Con el miedo entre la piel y la esperanza cogida de tu mano buena. Esperándome en la puerta de tu casa. Llamándome con tu necesidad de reflejarte por un instante en mis ojos de ayer, aquellos que siempre te miraban con ternura, y respeto…con amor.

-No estoy bien, ya lo sabes. Nada es igual desde que no puedo caminar. Desde aquel fatídico día en que el ictus cerebral me robó la libertad. Yo, te perdí mucho antes, pero sano podía intentar recuperarte en cualquier momento, por si tú querías...Sí, difícil lo tendría, lo sé. Pero así, que voy a esperar, sino tu amor en el recuerdo. Pero si supieras lo que me sirve recordarte.
Estoy encerrado en las paredes del espacio. Qué ironías del destino…Mi mala salud de hierro, me ha quitado, por completo, la posibilidad de seguir caminando hacia la meta. Aquella que tú siempre decías necesitaba marcar para no perderme por el camino imaginario. Los sueños no son suficientes, decías. Todo se puede conseguir, si se desea hacerlo realidad. Soñar está bien, pero dejar de soñar, está mejor… Nunca te entendí, y ahora lo veo tan claro, como oscuro está mi horizonte.

- Bueno, supongo que no me has llamado después de…¿cuánto tiempo, meses…años?, para lamentarte de tu suerte…De lo que pudo haber sido. De…

- No, sólo te he llamado para oírte de nuevo. Una vez más. Para recordar tu voz. Y para decirte, que lo has conseguido. Todo, absolutamente de mí. Ya no estoy solo. Mejor dicho; no me siento solo. No quiero morir. No quiero perderme en aquellos sinsabores que me hicieron lo que fui. Ya no soy dudas, ni miedo, ni desamparo…Aún soy aquel que vive de sueños, pero que ha conseguido una realidad. La de aceptarme como soy, con lo que la vida ha querido que sea…Y con tu recuerdo, por siempre, hasta el último aliento. A ti te debo el hombre que soy.

Felicia no quería llorar. No podía sino mirar hacia adelante mientras la voz le arrastraba hacia atrás. Pero ahora pensaba, mientras respiraba hondo para dejar salir del pecho la emoción que le hacía daño mientras la abrazaba, que se reafirmaba en lo que ella siempre creyó. Antes o después sale el sol. No importa lo nublado que amanezca. Las formas que adopten las nubes. El frío que cala los huesos. Los surcos que dibujan las lágrimas. Las piedras coladas en los zapatos.

El le pidió un beso.

Ella le dio también un abrazo.

El teléfono guardó como siempre, el secreto.

 

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