lunes, 29 de marzo de 2010

LO SAGRADO Y LO PROFANO



En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no puedo olvidarme, hace muchos años  ya que los mañosos del lugar habían ideado cómo  introducir elementos de percusión en el modo de sentir la Pasión. Me refiero a la Pasión propiamente dicha como se conoce a la Muerte de Jesús de Nazaret. Que, la otra, la pasión del apasionamiento amoroso también se da, y mucho, en estos días tan apasionados,  además del tambor…


En este pueblo de mis ancestros, al igual que en esos lugares donde la Semana Grande se vive entre procesiones y silencios, “madrugás” con hogueras y devoción…, incluidas las dolientes manolas con mantilla y tacones de aguja, y  el porte de los  soldados romanos, tenemos algo especial para disfrute y suelta de adrenalina nuestra, el redoble de tambores que, durante 104 horas sin interrupción,  suenan en perfecta simbiosis junto a lo sagrado, donde siempre he sido espectadora en esa forma de sentir la Semana Santa, pero en la profana he participado y, en ello sigo,…y seguiré…espero, disfrutando del ruido atronador que, sin embargo, no molesta más allá de lo molesto que pueda resultar, si no llevas un tambor a cuestas. Del olor a tomillo y romero del Calvario. Las túnicas moradas que he vestido y los tambores que, aquí están, queriendo salir a respirar de  nuevo. Los “panecicos” dulces, como postre especial, que son mi debilidad. Y, de la casa de mi abuela llena de gente y sembrada de colchones, para acoger el sueño de tantos…

El comienzo del Miércoles Santo  y el Prendimiento en el Gólgota improvisado.

Las noches de Jueves Santo, con su larga Procesión llamada  de la Amargura, con mi  cuadrilla sentada en las aceras, viéndola pasar para continuar con el tambor hasta las tantas y, muchas de ellas sin dormir en toda la noche para, al día siguiente, ser de los primeros en estar en la calle arrastrando el alpargate.

El Viernes Santo, al que jamás he faltado en el Calvario a recibir la Bendición del Nazareno, que es, y espero que siga siendo toda mi vida, encuentro obligado con mi gente, y, donde la mano elevada nos sorprende con alguna lágrima por el recuerdo de los que ya no están, de los que ya no pueden acceder al entorno de piedra horadado de cruces y tomillo, y, donde siempre, por poco practicante que se sea  de la religión que allí se muestra, aparece un atisbo de fe y esperanza esperando que, pidiendo sin decir nada, que todo lo malo cambie a mejor,  el enfermo sane, el niño crezca feliz, los padres nos duren mucho. Que…

A los cuatro puntos cardinales  la imagen de un hombre sin piel ni huesos se presenta como queremos que sea. Como nos han dicho que fue. Y se hace carne cuando los ojos humedecidos por los recuerdos se  agolpan ante un brazo articulado que se percibe humano.

El silencio sepulcral de esos momentos, conseguido a toque de corneta ha acallado al tercer intento el estruendo de tambores que, en manos aferradas a palillos, descargan sentimientos allí concentrados, rabias contenidas y miedos escondidos en sonrisas.
Corazones que se rompen por la emoción, y la imagen de quien carga la cruz equivocada, porque es su cruz, y la nuestra, al reflejar el destino que hemos elegido rememorando lo que no debería recordarse, nos gana un poco más pese a la duda.
El momento cuasi mágico que ha desterrado el ensordecedor ruido,  nos sumerge en nuestros propios murmullos interiores que dictan al corazón propósitos de enmienda, y sólo es roto por el Mektub (estaba escrito) que suena en la ladera del Monte.

En el último punto cardinal al que ha sido impartida la Bendición por el Nazareno, de nuevo irrumpe, como melodía desencadenada, la que manos consiguen de tambores que, cogidos por cincho a nuestro cuerpo, y, repiqueteando lo que sabemos aunque no sepamos qué tocamos, percibimos que la música es tambor, y desde ella reverenciamos al misterio, o a un no sé qué, que envuelve a lo que allí  se vive.

Aún nos quedan muchos sonidos que sacarle al tambor.

Cuando por la noche el Santo Entierro suba de nuevo al Monte Calvario y el sudario vista el recuerdo, seguiremos rasgando la piel ante el peso del luto y el llanto. Pero, el tambor, testigo obligado en lo sagrado, no interfiere siendo profano, y solo lleva su ruido fuera de los tronos de horquillas ensordecidas y tambor procesional de ruido quedo, porque allí, ante la noche, Jesús yace entre losas imaginadas.

Las antorchas del Calvario iluminan el camino hacia el Sepulcro. Los tambores desde su  ajado grito  reflejan el silencio del llanto ante la muerte.

Sábado Santo. Que día tan largo para el tambor. Absoluto protagonista. De casa a la calle y del bar a los “garutos”,  cuarteles generales de las peñas y, por las que los más jóvenes, no ven su cama limpia y mullida en varios días, para detrimento del tambor de antaño que no dormía en el jergón sino que era paseante incansable en la madrugada.

Domingo de Resurrección. Cuando se despierta la “resaca” del sábado, el murmullo de mis oídos me recuerda que, mucho ruido llevan ya recibiendo, y aunque es muy temprano, el encuentro entre el Resucitado y la Magdalena no me permite seguir en la cama. Ya habrá tiempo de dormir cuando esto pase. Me digo siempre.

Ya, en el Calvario de nuevo, el otro encuentro del Resucitado con su Madre acaba con una Semana de Pasión, doblemente apasionada. Pero aún queda tambor por delante…Hasta las 00 horas no se cumplen las 104 horas y es  cita obligada en la mano que  lo acuna. Su monumento.

Las 00 horas. Palillos acariciando cada vez más suave la piel. Toque de silencio. Los tambores callados. Ya sólo es recuerdo la crucifixión y los abrazos se despiden rozando el corazón.

Hasta el año que viene. Ese es el deseo que dejamos en  manos de Dios.

4 comentarios:

Pedro Bonache dijo...

Mira que escribes bien, mira que trasmites sentimientos y sensaciones en medio de un lenguaje que manejas fluido y poético..., me ha encantado, sinceramente, esta recreacion en tinta azul, ¿o es morada...?, de esa Semana en la que la religion parece fundirse con un deseo tan sencillo como humano y de "siempre", simplemente ser un poco feliz, simplemente sentir algo menos de dolor y vivir algo menos de miseria...., nos lo conceda quien nos lo conceda o nos lo ganemos nosotros mismos con nuestro tesón y perseverancia.
Un hermoso texto..., y una bella descripcion de ti misma.

Mª Carmen Callado. dijo...

Muchas gracias, Bicipalo. Siempre eres una inyección de bellas palabras a mis descripciones.
Llevas razón en que lo importante es sentirse feliz con lo poco o mucho que consigamos o nos venga dado por ese destino que no podemos modificar.

Si la gente que me rodea es feliz cargándose cientos de kilos al hombro calle arriba, cerro abajo entre lo que se considera o se siente como sagrado, pues benditos sean, aunque ciertas exageraciones yo no las comparta, simplemente porque quizá no las entienda.Pero ese afán que ponen debe ser algo llamado fe...

Yo creo que tomaré vacaciones en el bosque. Pese a que ya llevan dos días por aquí de procesiones, yo comienzo mañana con el repiqueteo y no creo que esté para mucha literatura...Pero volveré. Nada mejor como respirar el aire puro de mi mundo.
Chao, chico rubio.

Roberto Learsi dijo...

Independientemente de lo que pasa en esta semana en España, es realmente grato, el poder leerte amiga Lara!!
Y digo independientemente porque para mi es completamente ajeno a mi forma de sentir y mas aún a mi forma de ver...
Yo me guio por la palabra escrita en la Biblia.
Lara, desde Jerusalem, te mando un saludo lo mas intenso que pueda, al mismo tiempo que a todos los que entren en tu maravilloso bosque
Roberto

Mª Carmen Callado. dijo...

Gracias Roberto. Independientemente de en lo que creamos o con lo que más nos identifiquemos, creo que lo más importante en cualquier credo o pensamiento es el RESPETO, y desde él, poder convivir.
¡¡Peerooo¡¡...ya sabemos como funciona el mundo...
Bueno, lo importante es que en el Bosque podamos caminar tranquilamente desde cualquier forma de asomarse.
Es un honor leerte entre la paz de los árboles.
Un abrazo.

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