viernes, 13 de marzo de 2009

EL ZORRO Y LA LUNA. Dedicado al recuerdo de mi abuela.






He salido a pasear por la blanca nieve.

En mi recorrido de costumbre el crujir de las hojas queda blando y oculto y mis huellas van dejando tras de mí el peso de mis pisadas y el silencio que me devuelven me dice que vuelva a casa, junto al calor de la chimenea.

A través de la verde espesura, el brillo de una estrella desafía al cielo gris e ilumina un recodo oscuro de mi camino. Llego a sentir que estos días son de luces y sombras, de recordar a aquellos seres que no volverán.

He visto un zorro oculto entre las sombras y por un momento he sentido miedo. Pero de pronto he tenido la sensación de percibir una mirada dulce y cálida. Sus ojos no eran los de un zorro dispuesto a atacar sino todo lo contrario; sólo me observa desde sus penetrantes ojos oscuros.
La Luna se refleja en su pelo que brilla como si el lomo tuviera el color de clara plata. Los mismos colores que ella emite desafiando a la negra noche.

-Es el Viejo Zorro-, dice quien camina tras de mi. Ha venido de nuevo al Bosque. Hacía tiempo que no le veíamos escondido entre las verdes piedras húmedas de musgo. ¿Te acuerdas de él? .
Siempre ha estado por ahí, pero hacía tiempo que no se dejaba ver. Tan solo de vez en cuando ha salido a nuestro encuentro, pero nunca le hemos dicho nada. Y él se quedaba esperando que alguien le reconociera y desde nuestra mano pudiera recibir al menos la calidez de un saludo.

He vuelto a casa y, sin despegarse de mí, he llevado sobre mis hombros la luz de la Luna altanera, brillante y fría. Antes de cerrar la puerta miro a lo alto y allí se queda ella; callada y blanca y llego a creer que me ha dedicado una sonrisa, y antes de que me despida de la quietud de fuera, saludo al Viejo Zorro y le guiño un ojo a la Luna Llena.

Hoy hace ya muchos años de tu ausencia, Abuela. Pero hoy la Luna y el Viejo Zorro me han traído tu recuerdo más claro todavía. Tanto que parece que fue ayer cuando tú me contabas que la Luna se había tragado a un hombre que llevaba en su burro un haz de leña y que las oscuras manchas que se le veían eran ellos. Y yo miraba y miraba sin parar por si el hombre, el burro y el haz de leña se caían de la Luna y yo podría ir a decírtelo.

El Viejo zorro es ese que quizás tú, solo quizás, has enviado para que me diga que no hay que tener miedo a los zorros que pueden presentarse en la vida con piel de cordero, solo precaución, y así, como si tu voz de nuevo me hablara, comienzo a caminar por el sendero de cada día.

A ti, que sigues viva dentro de tu inevitable muerte.
16 Diciembre 2008.

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